La anorexia y el silencio. Por Cristian Figueredo Braslavsky

La posición anoréxica.

Desde el aspecto clínico es muy importante hacer un breve comentario sobre una diferencia que entiendo importantísima para poder abordar las dificultades relacionadas con los efectos de la restricción alimentaria.

Si bien nos encontramos claramente frente a lo patológico de una relación tensa y mortífera con el alimento, la dificultad radica justamente en mantener una distancia «posible» con el empuje feroz de esa misma relación. No cabe duda que lo patológico, la enfermedad se hace presente bajo la forma de la anorexia, aunque paradójicamente la etimología de la enfermedad proviene del latín «infirmitas» que significa: «falta de firmeza». ¿Puede haber algo más firme que la posición anoréxica? Si hay algo que se pone de manifiesto en la anorexia es lo impenetrable de su posición radical.

Justamente esa firmeza inquebrantable de la restricción radical de la alimentación es lo que nos muestra que más allá de pensarlo en los términos pasivos de una enfermedad en donde quien la padece, poco o nada tiene que ver en su desarrollo, en el caso de la anorexia una vía posible para su tratamiento es a partir de «la posición anoréxica«.

La posición anoréxica apunta a la responsabilidad de quien toma esa batalla por la pérdida, porque no se trata de una batalla contra el alimento, sino que la lucha es por encarnar la pérdida, por ir «a menos».

El adentrarse en un tratamiento bajo la lógica del incremento de peso, de recuperar lo perdido, lo que hará es justamente reforzar la posición radical de la pérdida. El abordaje debe pensarse a modo de un rodeo, de abrir un espacio en donde el silencio que pone en evidencia la lucha por el alimento, se transforme en la posibilidad de articular las palabras, de dar forma a un relato a aquello que se mantiene silenciado por la potencia de la lucha por la pérdida de peso y la angustia que esto despierta en los otros.

El silencio en la anorexia.

Podríamos decir que uno de los puntos críticos en este tipo de síntomas es justamente lo silencioso. Lo que hace «ruido» en la posición anoréxica es que de lo único que se habla es de la comida. No hay lugar para nada más, que no sea el objeto protagonista, «el alimento«.

Allí donde la batalla se presenta en el terreno de la impotencia de los cuidadores, que intentan por todos los medios de «hacer entender» ó de conseguir que por diferentes estrategias se ingiera los nutrientes que necesita para «estar bien», lo que se instaura es la impotencia. Es una lucha que paradójicamente tiene su éxito en el fracaso del otro que insiste en «ganar» peso o salud. Frente a este deseo la respuesta es contundente, un NO radical que puede ser de forma directa o bien puede ser a través de la compensación (actividad física, purgaciones, etc).

A esta lucha que encuentra su victoria en el dejar al otro impotente, subyace el silencio. Mientras que el intercambio de palabras, generalmente bajo la forma de la discusión, esta acaparado por la alimentación y los efectos de su restricción, lo que encontramos a nivel subjetivo es silencio. ¿Qué es lo que lo que íntima e inconscientemente lleva a alguien a querer desaparecer, a quedarse en los huesos? ¿Cuál es la esencia de aquello que le hace sufrir? ¿Si aislarse es el resultado de lo que vive como una imposición a comer, de que se aísla verdaderamente?

Son preguntas que pueden establecerse como un horizonte que proponga un nuevo camino que se abra a lo que no se sabe, a lo que se desconoce. La anoréxica sabe sobre calorías, dietas, alimentos, pero no quiere saber nada de lo que no sabe. Así es que justamente aferrarse al discurso de la comida es favorecer la alimentación de un saber mudo. La apertura a lo desconocido es lo que hará posible un verdadero cambio en la posición en la vida, ya no solo con la comida.