HUMOR Y TERAPIA. Por Cristian Figueredo Braslavsky

Hace mucho que el humor me parece un asunto serio y es lo que me ha llevado a tomar notas sobre su implicación en la clínica. Incluso me atrevo a afirmar que no es posible que un tratamiento curse sin que el humor se ponga en juego de algún modo.

Freud entendía al humor como la más elevada operación defensiva frente al sufrimiento y por ello los que  nos dedicamos a oír el sufrimiento de quienes vienen a la consulta, debemos abrir un espacio a la posibilidad de que el humor pueda ponerse en juego en el abordaje de lo que se instala como insoportable.

La risa es el signo que esa defensa, ha tenido un destello, al menos por un instante de cierta reparación, de cierto alivio.

Extraigo aquí un párrafo del texto El humor de Freud de 1905:

“El proceso humorístico puede consumarse de dos maneras: en una única persona, que adopta ella misma la actitud humorística, mientras a la segunda persona le corresponde el papel de espectador y usufructuario, o bien entre dos personas, una de las cuales no tiene participación alguna en el proceso humorístico, pero la segunda la hace objeto de su consideración humorística. Para detenernos en el más grosero ejemplo, cuando el delincuente que es llevado al cadalso un lunes manifiesta: “Vaya, empieza bien la semana”, desarrolla él mismo el humor, el proceso humorístico se consuma en su persona y es evidente que le aporta cierta complacencia.”.