El viernes hemos tenido la segunda reunión de equipo de este curso 2025-2026 en donde nos orientamos por el trabajo por el titulo: «Clínica de la vida cotidiana». En esta ocasión hemos contado con la participación de Enric Berenguer, quien ha compartido su experiencia con todo el equipo en la lectura de los casos que han presentado nuestrs compañeras Sofia Kole y Angelina Inchauspe. Nuestro compañero Roberto Cordero, fue quien coordinó la reunión y presentó el texto que compartimos aqui:
A menudo, en nuestras consultas recibimos pacientes que padecen de su vida cotidiana. Ataque de pánico, stress ante situaciones laborales, depresión, insomnio, dificultades con relaciones narcisistas o manipuladoras, TDAH, son algunas de las palabras que los pacientes traen a la consulta. Esto es algo común, lo escuchamos todo el tiempo. Y en varias ocasiones los pacientes vienen a buscar ‘herramientas para gestionar’ -otra expresión cotidiana-, convencidos de que esas palabras nombran su malestar, porque lo escucharon de alguien conocido, de chat GPT, de algún influencer o de su manager. Como si existiera un diccionario lo suficientemente abarcador que fuera capaz de traducir las experiencias de los individuos en vocablos específicos. En ocasiones, el discurso psicológico también intenta traducir dichas experiencias individuales en síndromes, trastornos, patologías. A veces necesitamos contar con una hipótesis diagnóstica para orientar nuestra intervención. Cuando los traductores de Freud intentaron pasar al inglés el texto ‘Psicopatología de la vida cotidiana’, tanto James Strachey como Abraham Brill se vieron enfrentados ‘al problema de que una gran proporción del material con el cual debe trabajar [un traductor] se basa en juegos de palabras por completo intraducibles’, como avisa el propio Strachey en la introducción al texto. Sabemos -porque es algo que podemos experimentar fácilmente en una ciudad como esta en la que vivimos- que de un idioma a otro hay cuestiones que no pueden traducirse. Sobre todo, cuando suelen ser cuestiones que tocan lo afectivo, lo más íntimo. No es lo mismo decir ‘t’estimo’, ‘te amo’ o ‘ I love you’. Quizá se transmita la idea… pero quien lo pronuncia no experimentará lo mismo al decirlo en su lengua materna, que en otra.
Entonces, ¿qué nos dicen sobre el sufrimiento subjetivo estas palabras que proliferan en los relatos cotidianos?¿Qué nos dicen sobre la intimidad y sobre los afectos de quien viene a la consulta? Para alojar algo de esa intimidad y tratar de que se despliegue, conviene hacer hablar al sujeto. Para ello, nos servimos de la asociación libre. J-A. Miller dice, para referirse a ella, que ‘Freud enseñó a la humanidad a jugar con la lengua de una forma nueva. Enseñó a hablar sin ocuparse del sentido común y del uso admitido de la lengua’ 1 . Y esto tiene efectos terapéuticos, de apaciguamiento, tranquilizadores. Es frecuente constatarlo en las segundas entrevistas, cuando algunos pacientes confiesan sentirse más tranquilos luego de simplemente haber hablado en la primera. Pero la cuestión no se detiene allí. En esa misma conferencia de 1997, Miller sostiene que aquel que viene a la consulta sufre de cosas que le han sido dichas, está enfermo de enunciados que lo determinaron en su vida y que, al mismo tiempo, ese sufrimiento es extraño para el propio individuo. Es decir, no conoce esos enunciados, pero están absolutamente presentes por el efecto que producen. Un análisis consistiría en encontrar esos enunciados, aislarlos y ayudar a ‘volverlos inofensivos’. ¿Cómo aislar esos enunciados singulares, partiendo de la solidez de las palabras cotidianas? La operación implica aflojar los lazos establecidos entre esos enunciados -esas palabras, esos sonidos- y sus significados, ‘‘esos lazos que están establecidos por la rutina en el seno de un lazo social o una comunidad de lenguaje, donde unos y otros se entienden. Se entienden justamente para acallar el rumor que sube del lenguaje mismo’’ 2 . Convendrá entonces instaurar una brecha en la comprensión. Más bien no comprender del todo, no dar por sentado, no asumir las significaciones comunes para apostar a que afloren esos enunciados y sus usos singulares que hacen cuerpo en un sufrimiento singular. Sería útil tomarse un tiempo para no caer demasiado rápido en la vorágine cotidiana del sentido común, aflojar su rigidez, y hacer escuchar lo que en ese ruido hay de singularidad intraducible.
1 Miller, J-A., ‘‘¿Ha dicho usted bizarro?’’, Freudiana Nº 93, ELP, 2021.
2 Miller, J-A., Idem.

