Trastorno Límite de la Personalidad. Nombrar lo inespecífico. Por Cristian Figueredo Braslavsky.

Las coordenadas diagnósticas a nivel psicopatológico son una orientación para entender y dirigir una cura, lejos de servir como orden estadístico que evidencia la desubjetivación del sufrimiento.

En muchas ocasiones nos encontramos con que los propios pacientes acuden a la consulta con una etiqueta diagnóstica que puede venir dada por un otro que sabe, que bien puede ser encarnado en la figura del médico o por lo que en la actualidad podemos pensar como el Gran Otro – GOOGLE, que todo lo sabe y tiene todas las respuestas.

El poner un nombre tiene en algunos casos cierto efecto apaciguador, aunque efímero, pero el efecto que perdura es el de abstraer el componente subjetivo a cada sujeto. Objetivar lo subjetivo. Me resulta sumamente curioso que el destino que ha tomado, lo que inicialmente era inespecífico y que respondía a lógicas muy distintas, es el de lo objetivo como valor supremo, como fin último.

Uno de los nombres con los que acuden a consulta es el de Trastorno Límite de la Personalidad, que introduce una dificultad en términos psicopatológicos, ya que en sí mismo este tipo de Trastorno que es acuñado por el controvertido Manual Estadístico de Psiquiatría de la Asociación Americana (DSM) responde dentro de una lógica bien distinta a la propuesta por las grandes categorizaciones nosográficas desarrolladas históricamente por las escuelas psiquiátricas clásicas.

En ocasiones el diagnóstico de TLP se utiliza como una categoría de descarte, cuando el cuadro “no concuerda” con los esquemas nosográficos a los que me refería anteriormente y en donde podemos destacar dos grandes grupos en donde cursarían los signos y síntomas. Estos dos territorios que se entremezclan en un borde compartido, son por un lado la neurosis y por otro la psicosis.

Los fenómenos de franja o borde ya fueron descritos a principios de siglo XIX y hacían referencia a aquellos cuadros que no respondían a un modo de funcionamiento que pueda ser encajado claramente en una categoría nosográfica como la psicosis o la neurosis.

Más allá de lo importante de entender y comprender las estructuras clínicas como orientaciones en un tratamiento, lo que me parece fundamental es destacar que el modo de procesamiento psíquico y los modelos de clasificación diagnósticos son construcciones teóricas que permiten dar lugar a un modo particular de entender el malestar subjetivo. Esto quiere decir que el diagnóstico no es en si mismo un fin, sino un medio del cual se sirve el clínico para poder orientar su trabajo.

El Trastorno Límite de Personalidad puede así convertirse en el amarre de lo inespecífico del sufrimiento subjetivo, siempre único y particular, dejando escondido detrás de un nombre la responsabilidad con lo que a cada uno se enfrenta. Un nombre no es una justificación sino que entraña la posibilidad de un sentido y es por ello que el síntoma es un enigma que no solo llama a ser descifrado sino que comporta una razón de ser. Del síntoma siempre podemos aprender en tanto estemos dispuestos a asumir la parte que nos toca en su propia constitución.