20 Oct La lógica borrosa en el sentir contemporáneo I. Por Cristian Figueredo Braslavsky
Leyendo Il fascismo eterno, de Umberto Eco, dí con una palabra que nombra: fuzzy. Esto me llamó la atención porque en la llamada para explicar a qué hacía referencia, nombraba la lógica fuzzy ó lógica borrosa. No pude menos que empezar a pensar sobre lo borroso, lo difuso que marca nuestra época. Desde ya hace muchos años pensadores de renombre han escrito sobre el concepto de lo líquido, como Zigmunt Bauman. Si bien es un punto que está abarcado y desarrollado desde distintos prismas, me llama a poder rodearlo sin recurrir, al menos de forma directa, a los autores que han pensado sobre esto. Algo así como borrón y cuenta nueva. Qué se me viene a la cabeza con lo borroso, con lo difuso, sin caer en lo que ha dicho tal o cual. Doy por sentado que hay cosas que ya se habrán dicho, que ya se habrán pensado y refutado, pero es igual. La cuestión aquí es escribir y empezar a hilar ideas, sensaciones, sentimientos, que me acerquen a cierta nitidez o al menos me permitan hacer foco en lo borroso y difuso.
Como me dedico a escuchar gente, quiero tomar ese lugar privilegiado para poder construir una idea de lo difuso en el discurso de las personas que hacen uso de las palabras y de sus acciones, para darle forma a lo que puede dar cuenta sobre los efectos que en cada uno tiene el encuentro con los otros.
¿Cómo se difumina lo que hasta hace un puñado de años era, al menos a la vista, algo nítido y claro? Hago referencia a la vista porque lo vivo en carne propia.
Después de los cuarenta empezó a suceder algo en mi vista, empezó a cansarse y a sentir la fatiga del uso durante el tiempo y así es que llegaron las gafas a mi vida. De algún modo es lo que podemos pensar que ha sucedido con lo nítido y claro de antaño en contraposición a lo borroso y difuso que vino a ocupar y conquistar el vivir contemporáneo.
Si bien pregonamos que no hay que vivir con nostalgia bajo la lógica de todo pasado fue mejor, inevitablemente se me viene una y otras vez esa idea. Se aferra y debo presentarle batalla, para no caer en la simpleza tonta de lo que tanto siempre he renegado. Sin dudas al pensarme como un ser histórico, no puedo desempolvarme sin más, de aquello que me ha marcado, que me ha constituido, que me sigue acompañando, como ese ticket viejo que se ha acomodado en el fondo de la cartera y que ya se ha mimetizado como parte de un todo.
Volviendo a la cuestión, intentaré resistirme en caer en la tentación nostálgica, para adentrarme en las aguas del presente histórico. Lo difuso se presenta hoy de tantas formas como se nos pueda ocurrir. Lo difuso y borroso es vivido bajo una forma de naturalidad desconcertante para cada cual. Justamente allí donde aparece la falta del límite nítido que demarca claramente las aguas, aparece lo difuso como un terreno propicio para la duda, frente a la multiplicidad de posibilidades de elección que en teoría se han pensado como un terreno de conquista de lo moderno.
La dualidad se puede escuchar en las voces de aquellos que me visitan en la consulta o en el hospital, de un modo claro y consistente. ¡Vaya paradoja! Hablando de lo difuso me encuentro diciendo que justamente se presenta de un modo claro y nítido. Así es que se presentan las contradicciones y tensiones que permiten abordar una idea o un concepto.
Más allá de la claridad o nitidez lo que sí podemos destacar es que frente a lo múltiple de las posibilidades nos encontramos con la angustia de la dificultad en la elección. No podemos dejar pasar por alto el efecto que tiene una elección. Cuando elegimos, asumimos una pérdida y esto alivia. Lo que elegimos está en una relación directa con aquello que en ese mismo instante descartamos. Si elijo una palabra no elijo otra, o mejor dicho si elijo una palabra, elijo no utilizar otra, ponerla a pérdida.
De este modo es que el tomar una decisión, decantarse por algo, a priori, tiene un cierto efecto apaciguador, como una especie de remanso en donde nos detenemos breves instantes a respirar, a que el viento frío nos acaricie, para luego continuar la andadura en el largo camino de la duda.
Siguiendo entonces, la erosión del tiempo y las vivencias que fueron abriendo paso en la historia reciente han ido calando y haciendo su trabajo sobre la roca consistente que presentaba a la autoridad en sus diversas vertientes en los años que nos preceden. El ubicar la figura del trabajo constante del viento sobre la piedra, puede permitirnos fantasear sobre cómo esa simple caricia puede modificar esa estructura tan dura y pesada. Algo así es lo que no solo ha sucedido, sino que continuará sucediendo con lo que pensamos que era claro y nítido. De este polvillo algo nuevo sin duda se constituirá, pero esto ya es entrar en un tiempo futuro que ahora no toca. Nos mantenemos en lo contemporáneo, para así pensar en la fotografía actual.
En el momento que comencé a escribir este texto no existía en el horizonte el COVID-19, por tanto ni siquiera asomaba la remota idea de lo que luego se convirtió en un viento huracanado que aceleró y profundizó la erosión de la piedra de aquella cercana y lejana realidad que habitábamos hace tan solo unas líneas.
El tiempo es uno de los puntos sobre lo que este huracán virósico me dejó distintas vivencias y reflexiones. Más que el tiempo,para decirlo con mayor precisión, se trata de la vivencia del tiempo, de la experiencia subjetiva del tiempo. Si bien el confinamiento y el habernos sumergido de lleno y sin posibilidad de digerirlo, como si de un atracón se tratase, caímos en el confinamiento y la distancia con los otros, al mismo tiempo nos sumergimos en el encuentro con el tiempo.
En los tiempos de lo borroso y lo difuso, el tiempo no es excepción. La velocidad trepidante de lo cotidiano, el empuje hacia «los objetivos», la necesidad imperiosa de producir y ser productivos, encierra una imposibilidad lógica en cuanto a la experiencia del tiempo. El tiempo cronológico, es decir el paso rítmico de segundo a segundo, no nos acerca a la experiencia del tiempo, sino que nos remite a la medición estandarizada y cuantificable. Sin embargo la experiencia del tiempo nos remite a otro aspecto, a la vivencia subjetiva del devenir de la vida.
Del lado cronológico del tiempo nos adentramos en la vertiente productiva, que responde a una lógica precisa de una unidad de medida que siempre es escasa, que nunca alcanza para llegar a colmarnos, a estar satisfechos, llenos. En este sentido podemos observar como simultáneamente se hace líquido el tiempo, escurriéndose entre las manos de aquel que busca objetivarlo, hacerlo sólido. En la actualidad estamos sumergidos en una lógica productiva y he de hacer un inciso en este punto. La palabra productivo tiene su raíz etimológica en productivus que significa la capacidad de llevar a cabo. Dentro del marco dominante del neoliberalismo lo productivo es ligado y leído en términos de un objeto que circule y genere un plus económico.
El punto que quisiera destacar es que no necesariamente lo productivo, es decir aquello que remite a la capacidad de llevar a cabo, remite exclusivamente al plus de valor comercial. En apariencia es una aclaración simple, pero que el empuje a la producción dentro del discurso que domina nuestra época, tiene un sin fin de aristas que hacen imperceptibles los efectos de ese imperativo que podemos sintetizar en el plus, en un poco más.
La gestión de las emociones por ejemplo, se ha transformado en una demanda habitual en las consultas de psicología. Términos productivos para el manejo de un objeto (emoción) del que se puede o se quiere conseguir un manejo productivo. Se acude al que sabe, para que pueda guiar al pupilo hacia un manejo eficaz y eficiente de aquello que siente. Cómo desestimar los aspectos improductivos del objeto emoción, puliendo así lo defectuoso y produciendo un objeto ideal, limpio, cristalino, claro, que no se entrometa en el vivir la vida al máximo, a pleno rendimiento.
La experiencia nos introduce en una lógica distinta, no se trata de desestimar el tiempo, sino justamente lo contrario. El valor del tiempo se experimenta en la vivencia y en el poder llevar a cabo con otros. Solo el encuentro con los otros puede permitir que la experiencia tome consistencia. La autor referencia es sin duda una imposición tácita contemporánea, donde UNO es el punto de partida, el centro y el destino. El vivir intensamente, el liberarse de lo impuesto por la cultura, el no dejarse arrebatar lo que es de uno, nos muestra de una forma clara y desnuda la era del YO.
Cuando uno se convierte en fuente y destino, cuando uno es la referencia de lo que debe ser, es cuando uno es tomado por sí mismo en la vertiente del objeto productivo. Lo colectivo se deshace, se evapora, dando lugar al imperio del individuo, al átomo suelto, a la piedra preciosa que puliendo podrá brillar para poder ser exhibida, para que los otros puedan contemplar su valor. A más que se empuje a revalorizar el UNO, mayor es la tendencia a profundizar el vacío. La fórmula que infinitiza la lógica de sacar lo mejor de uno mismo, no puede menos que profundizar el encuentro con lo imposible, a saber que un vacío se colme. Nunca es suficiente, nunca el objeto puede completar y colmar ese no lugar, el vacío….