20 Ene De la impotencia a la imposibilidad. Por Cristian Figueredo Braslavsky.
Este último sábado, he estado presente en una de las jornadas de trabajo del Seminario del Campo Freudiano, que tuvo lugar en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona. Este curso trabajamos sobre el Seminario 17 de Jaques Lacan “El reverso del psicoanálisis” que fue dictado por el psiquiatra y psicoanalista francés entre los años 1969 y 1970.
En esta ocasión, la psicoanalista Silvia Salman impartió la clase sobre el capitulo 5, denominado el campo Lacaniano. De sus palabras he extraído el titulo de este post, que realmente me han parecido muy precisas para captar un modo particluar de entender una orientación clínica que comparto.
Me resultó estimulante para poder pensar algunos de los puntos que se trataron, en donde se entremezclan la teoría, la clínica y la actualidad. Este trípode sirve para sostener la lectura de los síntomas que se presentan en los dispositivos de acogida del sufrimiento de la gente.
Muchas veces acuden pacientes a la consulta, después de haber pasado por diferentes espacios terapeuticos, en donde se entiende que se podrían “gestionar” y “controlar” ciertos malestares, bajo la fórmula de alcanzar la felicidad.
Uno de los términos que se marcaron en la clase fue el de subversión, destacando su significado en la vertiente de la perturbación. El discurso psicoanalítico apunta a perturbar los discursos imperantes que apuntan a la totalización y a lo homogéneo, que se posicionan en un modo de dominio.
Lo que se propone en la actualidad desde diferentes discursos como la felicidad posible para todos, plena y para siempre, se establece ya no como una posibilidad o una ilusión, sino como necesidad y derecho. La contra cara de este derecho que aplasta y esconde el deseo, es una angustia y tristeza generalizada que se muestra bajo la forma de la impotencia.
Justamente por ello es que lo que proponemos frente a este empuje a la felicidad que imprime impotencia, es la experiencia de la imposibilidad, como un modo de tratar lo que no se puede, pero permitiendo la vivencia de la satisfacción particular, parcial y temporal. Por que la satisfacción, desde nuestra perspectiva es “no toda”. Es decir, que no es pensada como un estado ideal, sino como recortes que si bien son posibles, siempre son partes y nunca un todo.
No se trata de un discurso conformista que apunta a poco, como puede pensarse desde el discurso que impera en la actualidad y que empuja a la (falsa) promesa que todo es posible, sino que aspira a construir a partir de lo que no se puede, un modo singular de satisfacción. Justamente partiendo de la premisa que no todo es posible y que no siempre todo encaja, es que se da un lugar a lo que incomoda, lejos de buscar su eliminación o control.
El poder construir un nuevo modo de hacer con lo imposible apunta a la posibilidad de preguntarse y responsabilizarse sobre el modo singular de sufrimiento que cada uno de nosotros construye con la experiencia vital que le ha tocado y abriendo un espacio de cuestionamiento para poder asi, encontrar una nueva forma de hacer con lo incomodo.