La comida y la angustia. Por Cristian Figueredo Braslavsky

Las dificultades relacionadas con la alimentación son un motivo de consulta habitual pero la cosa es cómo pensamos esas dificultades y el sufrimiento que puede representar para alguien.

Tras muchos años de recibir pacientes en diferentes recursos especializados en trastornos de la conducta alimentaria, un denominador común es que al decir de los pacientes, se aborda la dificultad que sea que presente el paciente (anorexia, bulimia, obesidad, atracones, etc…) por el lado de educar y aprender a gestionar lo que será para siempre. Esto tiene efectos terribles en la vida de una persona, a la vez que no se sostiene a nivel epistémico y clínico.

Los conocidos como trastornos alimentarios son modalidades particulares de la conformación de un síntoma. ¿Que quiere decir esto? Los síntomas son formaciones defensivas, es decir se constituyen como soluciones frente a lo que podríamos identificar como conflictos que representan un peligro amenazante para un sistema. Es importante destacar que un síntoma no define un cuadro patológico como tal. Para decirlo de un modo sencillo, la fiebre no define ningún cuadro patológico sino que es un síntoma, un signo que entre otros puede acercar y orientar al médico, en este caso, a establecer un diagnóstico, que tiene el propósito de establecer la terapéutica adecuada.

Volviendo nuevamente a la noción de síntoma lo verdaderamente importante, en el caso particular de los Trastornos Alimentarios, es poder entender que no se trata de «gestionar» o «controlar» lo que no se puede domar, ya que un síntoma no es un ente abstracto susceptible de poder ser «controlado» mas allá de un periodo breve de tiempo.

El síntoma es un aliado, incomodo que se constituye como una solución problemática, ya que viene aparejado a efectos colaterales que incomodan (por suerte ya que de lo contrario nos dejaría atados a una solución que no nos sirve) y que justamente son los que empujan a un cambio sostenido en querer encontrar una solución mejor, amas cómoda.

La angustia y los problemas con la comida, ya sean por exceso o por defecto nos invitan a pensar lo que NO funciona en uno, porque es justamente que si uno puede comprender a que responde la defensa y es allí donde se abre la posibilidad a poder construir algo nuevo.

La angustia es un signo inequívoco de que hay algo que se hace presente con lo que no podemos hacer. Nadie escapa a la angustia y por tanto hay que poder hacer con ella. El rehuirle, a la angustia, lejos de permitirnos estar mejor nos embarca en el enredo de un malestar que tomará alguna forma para asomar, como por ejemple puede ser la relación problemática con la comida.

Frente a lo que no funciona tenemos la posibilidad de comprender para poder enfrentarnos de otra manera a lo que nos desborda. Esta es la vía posible que se abre a un despertar distinto, que avive el deseo de construir algo nuevo, algo distinto, algo mas cómodo…