10 Abr La adicción a la comida. Por Cristian Figueredo Braslavsky
Lo que que no se dice, lo que no se habla, lo que no se relata, lo que no se pone en palabras no desaparece sin mas, tiene un destino, tiene un lugar y muchas formas.
Parece casi una cuestión de lógica simple. Sin embargo esta idea simple y poco elaborada es la que sostiene la sintomatología que se hace visible en la epidemia de la obesidad, pasando por las dificultades de no parar de comer y las posibles y consiguientes respuestas purgativas.
Estamos en un momento que llama a la reflexión sobre una cuestión que está llenando las consultas de los dispositivos especializados y los que que dan lugar al sufrimiento por el exceso.
Más allá de los manejos mas o menos útiles que una persona puede hacer con aquello que le sobrepasa y que le hace sufrir, hay un entramado latente que no pasa por el manejo del síntoma sino que llama a ser escuchado.
El desciframiento que se pone en juego en cuanto al porqué de un síntoma, es lo que empuja al trabajo sobre lo que no funciona. Es justamente por la fortaleza y resistencia que una construcción sintomática presenta, que debemos detenernos a pensar sobre los orígenes que dan lugar a lo que podemos entender como una defensa, porque al fin y al cabo todo síntoma es una defensa.
Aquello que no podemos decir, aquello a lo que no encontramos como nombrar y que nos mantiene en el sin saber sobre nuestra particular forma de sufrir, se hace visible en lo que no funciona y se hace escuchar de una manera dolorosa. Lo inconsciente se conforma al fin y al cabo, por todo aquello que le fue denegado su acceso y permanencia en la conciencia.
El sufrimiento que encarna la dificultad con el comer en todas sus vertientes, sea por exceso como el caso de los atracones, la bulimia o la obesidad ó en la vertiente de la restricción como en el caso de la anorexia, se da por fuera de lo simbólico y lo consciente.
Es por esta razón que es tan difícil identificar el dolor y la imposibilidad para nombrarlo y construir un relato. Es algo absolutamente incomprendido para la misma persona. Por tanto se dan estas dos particularidades: No se encuentran las palabras y no se puede comprender.
De este modo la vía que se libera es la de la acción. Aquello que no se puede decir encuentra entre sus destinos el acto y la denuncia se encarna en el cuerpo bajo la forma de lo que no funciona.
La apuesta por un modo distinto de tratar las dificultades por el comer se sostiene en darle dignidad y valor al sufrimiento con el que cada uno se enfrenta, al no poder dejar de hacer aquello que le hace mal y que le resulta extraño e incomprensible. Poner en palabras y construir un relato es lo que abre la vía a que aquello que se expresa de una mala forma a través de la a-dicción, pueda abrirse paso de un modo mas cómodo para cada uno, alejado del ideal de lo que debe ser normal.
No existe una buena forma de hacer con lo que nos hace sufrir que nos preceda y justamente el posible alivio pasará por responsabilizarse de lo que hacemos, de como lo hacemos. Confrontarnos a nuestra propia responsabilidad es un requisito indispensable para inventarnos una solución mejor que nos brinde la posibilidad de cambiar verdaderamente nuestra posición frente aquello con lo que sufrimos.