Intercambio epistolar. Por Clara de Balanzó.

No esperaba encontrarte tras un largo tiempo sin saber de ti. No puedo decir que te extrañase, supe de ti, cierto. Es más, un tiempo parecía no poder, no saber vivir sin ti. Te escuchaba y, cuando me susurrabas…tu  discurso era el mío, tus palabras se me antojaban certeras, absolutas, nadie más que tú y yo sabíamos, comprendíamos el mundo en ese modo. No cabía la menor duda; cuanto más te escuchaba mayor era mi atención, mi devoción. Me debía a ti. Era toda tuya. Tú, todo mío, mi querido síntoma…  qué haría yo sin ti… Cómo dejarte, que quedaría de mí ahora, tras de ti?. La nuestra fue una relación muy especial. No existíamos uno sin(o) otro. Hace ya años que me ando despidiendo de ti y en ocasiones, cuanto más me alejo, más te me acercas. Es curioso, siempre he dicho que no te quería y aún así, dejarte… olvidarte… pensarme sin ti… qué difícil se me hace. No te lo niego. El mío es un ejercicio diario y no siempre consigo salir airosa de tu encanto. Escucho tu llamada y allá voy de vez en cuando y ahí en un modo obsceno y brutal te me presentas.

Vuelve a mí, no me dejes, no puedo ser sino a través de ti. No te atrevas a hacer, pensar, decir sin tenerme en consideración. Yo que te lo he dado todo… No me abandones. Te buscaré. Te quiero para mí toda. Toda entregada. Sin preguntas dudas ni recelos. Sírveme devotamente. Sigo siendo yo. Sólo he cambiado mi apariencia, creí te gustaría, quería dejar de aburrirte. No me culpes. Estoy tan bien a tu lado… supe que estabas pensando, procurando dejarme, hacer una vida sin mí. Supe que te estabas cuidando, que habías decidido ser, vivir… no diré en total libertad, no diré tampoco que negando haberme conocido… lo sé, pero sólo la idea misma de que pudieses dejarme, prescindir de mí… es doloroso pensar en no verte y reconocerte al instante, como cuando me dabas la espalda para mirarme luego, al rato, arrepentida de no haberme escuchado. Sabes que en mi siempre tendrás apoyo. Yo no te fallaré. Encontrarás, en mí, consuelo. Podrás acurrucarte a mi vera. Te acariciaré larga y mansamente las ideas. Vuelve a mí. Te he extrañado tanto… Ya sabes quién soy. Siempre. Tu síntoma