“EUPHORIA”. La experiencia del extravío. Por Julia Virgos

El término euforia proviene del vocablo griego εὐφορία que significa fuerza para soportar el dolor y las adversidades. Sin embargo, su uso más habitual está asociado a un afecto de intenso júbilo, bienestar y profunda exaltación.
Euphoria es así mismo el título que encabeza una de las últimas y más arriesgadas producciones de HBO. Un drama adolescente que presenta la vida, al filo, de ocho jóvenes de los suburbios de Los Ángeles. Cada capítulo dibuja la cartografía de un personaje. Pinceladas que permiten introducirnos en su mundo subjetivo, sus vivencias infantiles y sus traumatismos.
Una breve viñeta biográfica de la protagonista y voz narradora, Rue (Zendaya), que muestra cuestiones fundamentales de su historia: diversos síntomas infantiles como fuertes crisis de angustia y una pérdida que deja en ella una profunda huella. Inmediatamente su singularidad queda anulada con la asunción de un sin fin etiquetas diagnósticas: trastorno bipolar, TDAH, trastorno de ansiedad, etc. No hay lugar para la palabra y su particularidad es extirpada. Los síntomas son eliminados farmacológicamente y el efecto es contrario al deseado inicialmente: el sufrimiento queda enquistado.
Con la entrada en la adolescencia, Rue mantiene el mismo método anestésico. La toma de cada nueva sustancia, legal o ilegal, la aproxima paulatinamente al abismo. Lo que en principio tiene un fin “terapéutico”, vira en un empuje mortífero al que es incapaz de poner freno. El límite se desdibuja y su conexión con su cuerpo se desvanece, hasta el punto de poner en peligro su vida.
Este es solo un pequeño recorte de la intención de la serie. La experiencia del extravío de la metamorfosis que supone la entrada en la pubertad. La vivencia del exceso y la ausencia de un Otro en el que recalar, que actúe como límite y referente, nos hace testigo de la transformación de la estructura y el ideal familiar, del reblandecimiento de su esqueleto.
Como telón de fondo, el Otro digital y la omnipresencia de la pantalla. La demanda constante de reconocimiento de ese Otro de la red y la transformación de la experiencia de la soledad. Un dato reciente nos alerta: los contenidos en redes sociales sobre anorexia y bulimia han crecido un 470% en cinco los últimos cinco años. Lo que nos plantea cuestiones sobre los efectos de ese ideal imperativo de la imagen y su desdoblamiento en las redes sociales como Instagram.
La búsqueda de respuestas en el mundo virtual ante cuestiones fundamentales como la sexualidad nos hace testigos de la transformación de la intimidad y la vivencia del despertar sexual de la adolescencia a través de la pornografía. El declive del erotismo en favor de una sexualidad sin velo adentrándose en la lógica de la dominación y la violencia.
Euphoria es un relato salvaje sobre las dificultades a las que se confrontan las adolescencias actuales. En lugar de un despertar de la primavera nos encontramos con su adormecimiento apático, magníficamente representado con una estética hipnótica y un manejo fotográfico casi onírico. Los movimientos de cámara nos sumergen discretamente en la experiencia de un empuje sin límite, en la angustiante disolución del cuerpo. La belleza en su vertiente desgarradora.
Una producción sin tapujos, pero muy recomendable del director Sam Levinson que nos convoca a la pregunta: ¿Qué alternativa posible a la satisfacción inmediata para las juventudes actuales y venideras?

Por Julia Virgós

Recalcatti, M. (2015) “El Complejo de Telémaco. Padres e Hijos tras el ocaso del progenitor”, Anagrama.
Freud, S. (1901-1905) “Tres Ensayos de Teoría Sexual”, Volumen VII en Obras Completas, Amorrortu Editores
Ubieto, J.R., Almirall, R., Borrás F., Ramirez L. y Vilà F. (2019) “Del Padre al iPAD. Familias y redes en la era digital”, NED Ediciones.
(2019). “Adolescentes: entre la euforia y la apatía”, en “El Diván”, La Vanguardia, edición del 11 de Octubre de 2019.