14 Jun Espacio de acompañamiento clínico.
Hoy nos hemos reunido en el espacio que desde hace algunos meses venimos impulsando de la mano de Rocio Alvarez Reyna para dar lugar a los interrogantes que surgen en la experiencia la clínica de aquellos compañeros y compañeras que se incorporan al equipo y que vienen formados en diferentes orientaciones. La conversación en esta ocasión giro en torno a dos casos que compartieron dos compañeras del equipo partiendo de la propuesta de Rocio sobre que es lo que escuchan en la demanda que se les presenta.
Poder pensar y hablar en torno a un caso es tan importante como necesaria, dando lugar no solo a los asuntos de la clínica que se ponen en juego a la hora de dirigir una cura como la orientación diagnóstica, los signos que podemos identificar para pensar las maniobras posibles o aquellas que podemos mantener a resguardo. A lo que también da lugar el hablar es a las preguntas que nos hacemos los psicoterapeutas sobre nuestra posición en relación al saber y eso habla de la posición ética.
El cuestionamiento en la práctica orientada bajo la transferencia es ineludible, en tanto que invierte la posición de saber, que recae sobre el paciente y deja a quien escucha del lado de un saber supuesto, pero que ponemos siempre en discusión bajo el sintagma socrático: Solo se que no se nada.
Allí es donde reposa el deseo de saber, en la posición que nos saca de ese lugar de resguardo del «profesional» que obtura toda escucha verdadera y quita la dignidad del saber de quién habla y quién sufre con sus palabras. Para decirlo de un modo directo y sencillo, quién sabe sobre su particular modo de hacer es el paciente, solo que no sabe que sabe.
Por ello el modo de pensar estos espacios bajo la una orientación Lacaniana de la docta ignorancia, apuntando a asumir las limitaciones de quien escucha una singularidad de la que no sabe, abriendo así el apetito por saber, por conocer, por investigar, por escuchar sin las limitaciones propias de quien cree que sabe y entiende.
Vamos a seguir apostando por multiplicar los espacios de encuentro y de intercambio entre los que no damos las cosas por sabidas y nos abrimos a los límites del querer saber.