Cuando el exceso se vuelve poco. Por Cristian Figueredo Braslavsky.

El discurso capitalista, bien formulado por el psiquiatra y psicoanalista Jaques Lacan, en el seminario «El reverso del psicoanálisis» en 1969 y 1970, donde su enseñanza deja la matematización de los discursos que organizan los lazos y vínculos con los otros, muestra claramente cómo éste discurso imperante en el orden social, tiene en sus entrañas lo que de forma sintomática aparece en el sujeto contemporáneo, la producción en su forma de plus. ¿Qué quiere decir esto? Por ponerlo en términos prácticos, lo que escuchamos en la consulta de diferentes modos y formas es un empuje a más, no se sabe bien de qué, pero más. Toda forma de exceso se queda en poco ¿Puede esto no tener consecuencias en la vida anímica de alguien? La respuesta es clara: NO.

La turbulencia de la relación con el exceso del sujeto contemporáneo, muestra la contracara que esa carrera loca y desaforada de lo productivo y útil, relanza y potencia a acelerar la búsqueda de algún objeto que calme ese hueco, ese agujero sobre el que no se quiere saber. Ahí, en ese no querer saber, es donde se instaura la usina que devora cuanto objeto encuentra por el camino y si no lo encuentra lo inventa, para esto el Chat GPT se pone al servicio del consumidor, creando lo que sea necesario, exista o no.
Ahora bien, podemos pensar que bajo estas coordenadas no parece un imprevisto encontrarnos con que cada vez más escuchamos ese “penar de más” en aquellos que no dan más. Cuanto más aparece!!!  La cosa no es tan sencilla como para advertir de esto al sujeto e invitarlo a que se detenga, a que pare, a que diga no, a que se quiera, a que se cuide, todas formas de lo que refuerza el imperativo con el disfraz de lo amable.
La angustia frente a aquello enigmático que nos enfrenta al deseo requiere de cierta valentía que eleve eso que no funciona al rango de “dignidad”. Esto quiere decir que para poder hacer frente a eso qué inquieta, angustia y no se sabe muy bien que es y a que responde, hace falta darle un lugar. Es una apuesta que parte de un acto que toma forma de pregunta: ¿qué me pasa?
Así es que puede darse la posibilidad de comenzar a hablar sobre lo que está roto o no funciona en uno, sin buscar la solución a un problema que devuelva a uno al equilibrio perdido. Lo que buscamos, entonces, es la invención de algo nuevo en donde el que sufre pueda armar una nueva respuesta, más amable, mas sincera y en donde se reconozca su ser más íntimo.